Cuando una madre no te protege: la traición que más duele

 

Entre almas y letras

Por Lol3

Hay heridas que no se ven, pero que caminan con una. Que se pegan a la piel, al alma, a los silencios. Esta es mi historia. No la más bonita, pero sí la más honesta que he escrito.

Tenía apenas ocho años cuando empecé a sentir que algo no estaba bien. Que el mundo dentro de mi casa se volvía un lugar raro, pesado, lleno de cosas que no podía nombrar. Era mi hermano. Él… me hacía cosas.

Cosas que me confundían, que me asustaban. Que me hacían querer desaparecer dentro de mí.

No sabía cómo pedir ayuda. Pero mis ojos sí sabían gritar.

Una noche, todo se volvió más claro —o más oscuro, dependiendo de cómo lo mire—. Mi mamá abrió la puerta de mi cuarto sin avisar. Yo estaba ahí, con él. Ella vio. No sé cuánto. No sé si lo entendió todo, pero sí sé que algo percibió. Porque se quedó inmóvil. Nos miró. Y luego, simplemente… cerró la puerta.

Y ese portazo silencioso me rompió más que cualquier otra cosa.

Ese día entendí que estaba sola. Que mi madre no iba a ser mi refugio. Que, por alguna razón que aún hoy no comprendo, eligió no protegerme.

La traición que se siente sin palabras

La traición de una madre no siempre llega con gritos o abandono físico. A veces es mucho peor. A veces es ese silencio que te condena. Esa mirada que no se queda contigo. Esa decisión de no ver lo evidente.

Por años me pregunté si fue miedo, negación, ignorancia… o simplemente indiferencia. Nunca tuve respuestas. Solo tuve su distancia. Su negación. Su frialdad.

Y eso dolió. Mucho más que el abuso.

Sanar también es escribir

Hubo un tiempo en que pensé que contar esto era traicionar a mi familia. Pero ahora sé que lo que me pasó no fue culpa mía. Que callar solo perpetúa lo injusto. Que hablar es un acto de amor propio.

Escribir esta historia es mi forma de decirle a esa niña que aún vive en mí: te creo, te abrazo, ya no estás sola.

Si tú también has sentido que te fallaron donde más esperabas amor, quiero que sepas que no estás sola. Que hay luz después del silencio. Y que, aunque el pasado no se puede borrar, sí podemos elegir qué hacer con él.

Hoy elijo contarlo. Para mí. Para ti. Para todas.

Entre almas y letras… sigo sanando

Este blog no es solo un rincón para escribir. Es un refugio. Es una trinchera de verdad. Es mi manera de recuperar la voz que me arrebataron de niña.

Gracias por leerme. Por sentir conmigo. Por no huir del dolor ajeno.

Aquí, entre almas y letras, también se puede volver a nacer.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Mi cuerpo no era suyo para compartir

Infidelidad por mensajes: La traición de mi esposo con seis mujeres

El maestro que me tocaba y la madre que me mandó callar